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SELMA LAGERLÖF – EL CARRETERO

Hola ¿qué tal? Os habla desde la biblioteca errante Vicente García Campo, El Errabundo de las Letras. Ya sabéis, ese lector caminante sin destino fijo al que sus pasos llevan de libro en libro y de poema en poema, del mismo modo natural que un niño a lomos de un ganso sobrevuela toda Suecia.

         Y a mí, ¿dónde me ha dejado hoy mi vuelo literario? ¿A dónde me han conducido mis alas de ganso ibérico?

Pues nada más y nada menos que a Suecia. Como al niño del ganso. Y aquí, como mi ávido escuchante habrá adivinado no existen las casualidades. Si hay un niño, Suecia y un ganso estamos hablando de… ¡Ah! Eso un poco más adelante. Todavía tardaremos unas palabras en llegar a ello. Para el Errabundo de las letras el tiempo se mide en palabras. Paciencia. De momento nos vamos a una ciudad indeterminada del país escandinavo. Y, en este lugar que la autora prefiere, sus motivos tendrá, no nombrar (algo así hizo Cervantes unos años antes en el arranque de el Quijote) nos sitúa en dos puntos muy precisos. El primero es la placita de la iglesia, en la cual tres borrachos se reúnen a filosofar la bebida, ya me entendéis, y a una habitacioncita, un antiguo dormitorio juvenil al que ha regresado unos años después su propietaria con una finalidad, mejor con un destino muy claro. Su destino y ¿por qué no decirlo? El destino de todos.

         La muerte.

         Un destino, amigos míos, que no hay que temer, pues nunca coincidimos con ella. Eso si estáis de acuerdo conmigo y con el filósofo. Es decir, cuando nosotros estamos la muerte no está. Cuando la muerte hace su presencia nosotros ya no somos. Nunca coincidimos. Por ello la paradoja del gato de Shrodinger no tiene sentido vital. Si él está vivo la muerte no está. Si está muerto él no está. Así de sencillo. Otra cosa sería pensar en términos de mecánica cuántica, entonces las variables de la ecuación variarían. O mejor dicho, estaríamos hablando de otra ecuación completamente diferente.

         Dicho esto me gustaría hacer una reflexión personal y es que la idea de la muerte no es tan evidente como parece a primera vista. Y creo que para los primeros humanos descubrir que ellos también podían fallecer tuvo que ser un descubrimiento deslumbrante. Porque si bien la muerte del otro se entiende con facilidad, eso si has sido testigo de la desaparición de otra persona, la propia no es tan fácil de comprender. De entrada, aunque por costumbre estamos acostumbrados a pensar lo contrario, nada indica a alguien con buena salud que vaya a morir.

         Esto es fácil de reconocer para los jóvenes.

         Cualquier joven se siente inmortal.

         Todos nos hemos sentido inmortales alguna vez.

         De modo que el reconocer la posibilidad de la propia muerte es, tal vez, junto con la rueda y alguno más, uno de los avances más importantes de la humanidad porque el conocer nuestros límites vitales le da una amplitud y profundidad a la vida que de otro modo difícilmente se podría conseguir.

         Una vez aceptada esta circunstancia vital, la de conocer la muerte, para llegar a esta novela, a su esencia primigenia y supersticiosa, es necesaria otra pirueta mental. Y esto es alta cultura algo que, hasta que se demuestre los contrario, solo los Homo sapiens y, muy posiblemente ya en periodos de la humanidad histórica, o sea de unos cinco o seis mil años para acá, adquirieron. La pirueta mental a la que me refiero es la de la personificación de La Muerte, algo preciso si queremos entender esta novela de Selma Lagerlof, pero antes de ver cómo es esta personificación de un proceso vital, que consiste precisamente en la detención de los procesos vitales, vamos a hablar de esta magnífica autora sueca.

Y esta magnífica autora sueca no es otra que Selma Lagerlof, Marbacka (1858-1940). Una de las grandes escritoras que la gran literatura escandinava ha regalado al mundo. Es autora de una importante y abundante producción narrativa, fue la primera mujer en recibir el premio Nobel de literatura, en 1909 y también la primera en entrar en la Academia Sueca.

         Para los hispanos es conocida, a no ser que se sea un especialista en literatura nórdica, por dos novelas. La primera de ellas es El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia y, sí Nils Holgersson es el niño que recorre Suecia montado a lomos de un ganso. Este libro, el Nils Holguerson, es uno de los primeros que leí en mi vida y por ello le tengo un cariño especial. Es sencillamente delicioso, pero hoy no hablaré de él. Puesto que se merece un programa, como mínimo, para él solito. La segunda novela, que es de la que vamos a hablar hoy es un texto publicado en 1912. El carretero de la muerte y, según su autora, es la mejor de todas las que escribió.

Una ciudad de Suecia, tres borrachos y una moribunda. Estos son los hilos con los que Selma teje su novela preferida. El carretero de la muerte. Y antes de adentrarme un poco más en ella, vuelvo a mis palabras de la introducción en las que comentaba que la idea de la muerte es menos evidente de lo que a primera vista parece. También que es preciso un nivel importante de abstracción para convertir el proceso de morir en un personaje: el de La Parca con los atributos que todos recordamos.

         ¿Y quién es el Carretero de la Muerte entonces?

         Pues un paso más allá en la organización social del Hades. Un ayudante de La Parca.

         ¿Y quién es este ayudante?

         Pues cualquiera. Puedes ser tú mismo querido escuchante. Sí, has oído bien. Tú puedes ser El carretero de la Muerte. O yo mismo. Para ello solo hace falta una condición, la de ser el último morir en la Noche de Fin de año.

         El carretero de la muerte, un empleadillo de La Muerte con mayúsculas según se ve, es un alma (la del último en morir en el año) a la que obligan durante 365 días a recoger mediante un conjuro el alma de todos los muertos de ese año.

         Este conjuro, es “Prisionero, sal de tu prisión” y el alma abandona el cuerpo del fallecido.

         Y eso es lo que le sucede en la novela a uno de los personajes. Que es el primero en morir y, por tanto, ostenta el dudoso privilegio de convertirse durante todo un año en El carretero de la muerte que es aquel que, en nombre de la muerte, siega durante todo un año, de Nochevieja a Nochevieja para entendernos, la vida de aquellos a los que le toca morir.

         La sorpresa surge cuando el personaje al que le toca convertirse en carretero, David Holm, descubre que el anterior carretero, Georges,  es un amigo suyo al que hacia exactamente un año que no veía. Eso hace que la historia recupere aspectos del pasado de ambos personajes y que la trama vire hacia la moribunda, Edit que suplica en su lecho de muerte, el mismo día de San Silvestre, último del año,  que David Holm  le visitase…

         Y aquí, en el desarrollo de la relación entre estos personajes es dónde encontramos la habilidad narrativa de Selma, pues se dedica a jugar con los clarososcuros de los personajes. A marcar el contraste entre un alma caritativa, la de Edit y un borracho que solo consigue llevar la miseria y la desgracia allá dónde va.

         Así Edit, la moribunda que desea que David Holm es una monja que desea hacer el bien y no lo consigue. Para ella lograr que el borracho David Holm se enmiende es una misión divina y por ello desea que la visite en su lecho de muerte.

         Y creo que no se puede avanzar, no se debe avanzar más, pues la novela está construida a base de pequeños avances, capítulo a capítulo en el que se muestran los matices de la extraña situación en la que varias personas relacionadas entre sí pueden convertirse en El carretero de la muerte.

               

Esta novela, tiene un final cerrado, sin embargo, es difícil sacar una conclusión universal de ella. El final exige al lector un posicionamiento ético-religioso que se puede, o no, aceptar.

         Además, en algunos aspectos, este texto no soportaría una lectura políticamente correcta de la actualidad. Por cierto, peor para aquellos que busquen en la literatura lo políticamente correcto porque eso significa que son, aunque esto entre mis escuchantes no ocurre, intelectualmente incorrectos y mundoplanistas.

         Hemos de buscar en nuestras propias convicciones profundas como humanos, si la respuesta que nos ofrece Selma Lagerlof al dilema que se plantea es plausible o, por el contrario, se desliza a un terreno en el que la superstición termina por apoderarse del texto.

         Pero esto, amigos míos, lo correcto, lo plausible, lo supersticioso y todo lo demás que gira alrededor de esta magnífica novela de Selma Lagerlof dependerá de vosotros. Así que, lo primero que debéis hacer para crearos una opinión es leerla. Lo demás como decía Cervantes “vendrá por añadidura”.

         No olvidéis suscribíos al PODCAST de El Errabundo de las Letras.

         Sed curiosos, leed buenos libros y andad la vida….

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