“Yo soy, lobo estepario, trotando
Por el mundo de nieve cubierto;
Del abedul sale un cuervo volando
Y no cruzan ni liebres ni corzas el campo desierto”
Hola ¿qué tal? Os habla desde la biblioteca errante Vicente García Campo, El Errabundo de las Letras. Ya sabéis, ese lector caminante sin destino fijo al que sus pasos llevan de libro en libro, de poema en poema y de sueño en sueño, del mismo modo natural que un vencejo duerme flotando en lo alto del vaporoso cielo estrellado de verano.
Y ¿a qué sueño desconocido me ha llevado hoy mi errabundeo literario?
Pues nada más y nada menos que al sueño de la muerte del lobo estepario que, como muchos recordarán, es el título de una de las novelas más conocidas de Hermann Hesse.
¿Y quién fue Hermann Hesse se preguntaran algunos de mis arrebatados lectores?
Pues un tipo singular. Bueno, para un español, todos los alemanes lo son un poco, pero este lo fue de una forma muy especial. Hijo y nieto, por parte materna, de misioneros, tuvo una personalidad compleja. Nació en 1877 y ya en 1883 sus padres debieron ingresarlo en un internado. Ya en esta edad tan temprana, se contraponen en él dos mundos antagónicos que él mismo calificó como los de la luz y la oscuridad. La luz es lo interior, la familia. La oscuridad es el mundo exterior, lo hostil y ajeno. Estos mundos que, aparecerán de manera constante en su narrativa, le condujeron a una tentativa de suicidio a los quince años. Quizás por ello, Hesse no siguió estudios universitarios y se conformó con lo que hoy sería la formación obligatoria. Un cuarto de la ESO, aproximadamente. Después de trabajar como mecánico y en una librería, publicó en 1904, Peter Camenzind su primera novela que obtuvo un éxito importante y que le permitió vivir, desde ese momento, como escritor. A esta le siguieron, entre otras, El último verano en Klingsor (1920), Siddartha (1922), El lobo estepario (1927) y El juego de los abalorios (1943) y hasta aquí lo que fue su biografía. Nada más añadir que fue un hombre antibelicista, que tuvo problemas con las autoridades nazis y que sus matrimonios no fueron siempre lo felices que se suele desear.
Y ahora es el momento de hacerse una pregunta interesante:
¿Quién fue el Lobo estepario?
Pues no es posible afirmarlo rotundamente, pero algo nos quiso decir Hermann Hesse cuando llamó Harry Haller al protagonista de la novela y le hizo compartir HH las iniciales de su nombre y apellido.
Pues este Harry Haller es un cincuentón calvo, insatisfecho de la existencia. Un tipo que no sabe disfrutar y que no entiende que los demás lo hagan. Es decir, un lobo estepario. Alguien que piensa que solo las grandes creaciones, las de Mozart, las de Goethe, justifican, dan sentido a una vida.
Hasta que conoce a Armanda y ella le muestra otros aspectos de la existencia, la sensualidad, el placer por el placer, la música moderna, las fiestas desenfrenadas y entonces el carácter de Harry Haller se abre hacia nuevas posibilidades…Posibilidades tales como que también los grandes genios, Mozart entre ellos,, también se dieron a las pequeñeces, a los pequeños errores cotidianos que no justifican una vida, pero la hacen más vivible.
Antes de Armanda, en el Tractat del lobo estepario, este se ve morir a sí mismo, o como mínimo, trotar hacia el infierno.
Así, nos lo narra en un bello poema que el propio Harry Haller titula como:
“Solo para locos”.
Y, antes de transcribir el poema (merece la pena leerlo) dejo aquí dos enlaces. El primero de ellos se corresponde con un programa de youtube del Dr. Luis Anchondo en el que charlamos sobre la vida de Hermann Hesse y la novela «El lobo estepario».
El segundo es mi podcast «La muerte del lobo estepario» en mi programa de Ivoox «El errabundo de las letras»
https://www.ivoox.com/muerte-el-lobo-estepario-audios-mp3_rf_122263271_1.html
Y ya, por fin, aquí la transcripción del poema
“Yo soy, lobo estepario, trotando
Por el mundo de nieve cubierto;
Del abedul sale un cuervo volando
Y no cruzan ni liebres ni corzas el campo desierto.
Me enamora una corza ligera
En el mundo no hay nada tan lindo y hermoso;
Con mis dientes y zarpas de fiera
Destrozara su cuerpo sabroso.
Y volviera mi afán a mi amada,
En sus muslos mordiendo la carne blanquísima
Y saciando mi sed en su sangre por mí derramada,
Para aullar luego solo en la noche tristísima.
Una liebre bastara también a mi anhelo;
Dulce sabe su carne en la noche callada y oscura
¡Ay! ¿Por qué me abandona en letal desconsuelo
De la vida la parte más noble y más pura?
Vetas grises adquiere mi cuero pelado
Voy perdiendo la vista, me atacan las fiebres;
Hace tiempo que estoy sin hogar y viudo
Y que troto y que sueño con corzas y liebres
Que mi triste destino me ahuyenta y espanta
Oigo al aire soplar en la noche de invierno,
Hundo en nieve mi ardiente garganta
Y así voy llevando mi mísera alma al infierno.