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¿NOS QUITAMOS LOS CRAMPONES?

CIMA URBIÓN

Justo a la salida del puente de metal, apenas a un centenar de metros de la Laguna Negra de Machado, se inicia la rampa de nieve y hielo.

         Es el lugar ideal para haber nacido en Madrid o Barcelona, llegar hasta él en mocasines o zapatillas de marca y matarse.

         Pero Miguel ángel se calzó los crampones, sus viejos “pinchos” gastados y blancos por el uso, con los que se había pateado la Sierra de Madrid (él siempre dice la Sierra, aunque esté ascendiendo el Montblanc, el Sisha o La Atalaya de Abejar) y arremetió contra la canal helada y umbría que ascendía vertical entre dos enormes paredes de piedra negra.

         Ese era el motivo, las dos moles pétreas, de que allí nunca llegase el calor del sol y la nieve se convirtiera, en ese paso natural, en una rampa de hielo.

         Vicente, su compañero le imitó. Se calzó sus crampones nuevos. Unos magníficos, negros y semiautomáticos que le había regalado su esposa años atrás, más o menos por la época en que nacieron sus hijos, la parejita, y él dejó de subir montañas decentes durante una temporada. Le tocaba hacer de padre, un privilegio, de modo que no se va a quejar.

         El hijo mayor tenía veintidós años y hasta ese momento no había logrado estrenarlos. Así que le faltaba un poco de práctica para colocarlos como mandan los canones.

         Miguel, por su parte, avanzaba con seguridad. A la manera en que se recorre el terreno con los crampones. Se debe levantar la pierna alternativamente y clavar con decisión las puntas de metal. Como cuando se esquía es importante que el crampón no se cruce. Las botas deben ir siempre en paralelo, para evitar accidentes.

         “Un paso detrás de otro y el piolet en la mano derecha como punto de apoyo complementario, por si le resultaba preciso”, eso es lo que pensó.

         Vicente observó la situación durante unos segundos. Comenzó a subir. Los primeros pasos fueron sencillos. Los segundos imposibles. El crampón de la bota derecha se le había caído y el izquierdo le ofrecía una seguridad precaria, un apoyo bastante inestable de bailarina coja.

         — ¿Se te ha caído el crampón? — preguntó Miguel Ángel.

         Era una pregunta retórica, resultaba evidente lo que había ocurrido.

         Vicente se sentó sobre una roca y trató de calzarse el crampón. No pudo. Conseguía colocarlo bajo la bota, pero eso era todo;  los crampones quedaban sueltos. En unos pocos pasos volverían a soltarse y su situación se tornaría complicada, pues se encontraba en mitad de una placa de hielo.

         Tenía que arreglar el tema de los pinchos.

         — No se ajustan bien — dijo.

         — Déjame ver — comentó Miguel Ángel, que bajó hasta la altura de Vicente para echar un vistazo y una mano.

         Permaneció unos segundos contemplando los crampones y asintió.

         — Has de sacar las cinchas de esta argolla, luego tiras de ellas y las pasas por aquí, si no lo haces no podrás ajustar.

         — ¿Eso es todo?

         — Sí.

         Miguel Ángel ajustó las cinchas, los crampones se envolvieron en la bota como una tela de araña a su víctima y las puntas se clavaron en la superficie helada.

         Escucharon como el metal crujía el romper el hielo.

         Ahora cada paso era medio metro menos para alcanzar el final y llegaron hasta el borde de la cascada y por debajo de ellos quedaba, al pie de las imponentes paredes rocosas y oscuras de liquen quemado, la laguna azabache como un ojo de Platero.

         — ¡Cómo me gusta ver la Laguna Negra desde aquí! — dijo Miguel Ángel.

         Y más allá debían cruzar de un buen salto el arroyo, lo que sería complicado con los crampones y el peso de la mochila a la espalda. Pero el camino hacia la cima pasaba por allí y ellos debían transitarlo si querían llegar hasta lo más alto del Urbión.

         Así que no quedaba otra.

         Bueno eso y una única pregunta antes de continuar la ruta.

         — ¿Nos quitamos los crampones?

Vicente García Campo, 1 de Abril de 2024, sobre una excursión con Miguel ángel Magro al Urbión el 26 de Marzo.

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