No hay mal que por bien no venga es, más que un refrán, una certidumbre o, al menos quien suscribe estas líneas, la tiene por tal.
Sin ir más lejos, el pasado sábado me torcí el tobillo. Caminaba por la montaña y me acerqué a contemplar y fotografiar un yesquero. Para quien no lo sepa, no es del tipo de conocimientos que se imparta en la escuela, un yesquero es una seta que crece en las cortezas de los árboles muertos. Bueno, pues me tropecé con una raíz traicionera y ahí se desmontó mi tobillo izquierdo.
Según otras versiones el tobillo me lo dejé mientras escalaba una montaña mítica en la cordillera Cantábrica o practicandouna postura del Kamasutra.
Que cada cual elija la que prefiera. A mi el tobillo me fastidia lo mismo.
Ahora está vendado (el vendaje es mío) y a veces, cuando me acuerdo o me molesta especialmente, coloco unas almohadas debajo de él y lo pongo en alto.
Es aburrido, pero no me queda otra.
Esta mañana, hoy vuelve a ser sábado, no he podido ir a la montaña como me gusta. Una verdadera pena, pues disfruto de unas horas en contacto con la naturaleza que me sientan bien.
A cambio, he tomado una decisión: es hora de que «El errabundo de las letras» salga de su escondite y vuelva a mostrar la cara (es un decir).
Esto de hacerme daño haciendo deporte me suele resultar fructífero en lo literario. Así en 2014 me rompí el menisco y de su convalecencia surgieron dos novelas: Sin Fronteras que ganó el Premio Desnivel en el 2015 y La voz del río.
Sí, es cierto, una torcedura de tobillo es mucho menos que una lesión de rodilla y dudo mucho de que de esto surjan dos novelas pero ¿quién sabe? lo mismo nace un cuentecillo de esos de manzanas mágicas, sapos y princesas.
Ya veremos, todo es cuestión de andar (aunque sea, como en mi caso, a la pata coja) y ver.
Vicente
En Llinars 28 de septiembre de 2024
A ver si vas con más cuidado por el monte. Hombre, no te vayas a hacer daño.
¡¡¡El monte está para disfrutarlo!!! Con prudencia, eso sí.
Si nos hacemos daño, pues nos recuperamos como podemos y a la que se pueda ¡zas! a triscar por las veredas y los roqueros como las benditas cabras.